Los vientos soplan en la madrugada en
una dirección este nordeste, y las brisas (de 11 a.m. hasta
aproximadamente las 5 p.m.) del oeste suroeste, entrando desde la bahía.
De tal manera, nuestro clima es templado.
La bahía de Cienfuegos tiene una longitud norte-sur de 22 kms. y un
ancho de dirección este-oeste de 13 kms., con una extensión aproximada
de 90 kms. cuadrados. Alrededor de ella se encuentra el territorio
provincial.
Entre pleamar y bajamar, la diferencia del nivel del mar es de una media
de 0,25 metros, con máximas de 0,40.
Pese al predominio costero de la zona, las penetraciones del mar son
poco factibles, y en todo caso ligeras. Existe la presencia de una fosa
de gran profundidad frente al litoral caribeño de la provincia, el que,
además, es bastante alto; la interposición de una bahía de bolsa, con
un sinuoso canal de 3 kms. de longitud que la une con el Mar Caribe, y
que solamente permite la entrada de unos miles de toneladas de agua en
pleamar (se necesitan 20 días para que se intercambie toda su agua con
el mar exterior), resultan una sólida protección contra estos
accidentes.
Cienfuegos es el segundo Complejo Portuario del país, luego del
habanero, y el más importante de nuestra extensa costa sur. Da aliento
a una de las más modernas y prósperas provincias de la nación, con un
futuro promisorio merced a su impresionante parque industrial, a sus
excelencias naturales y al desarrollo de sus fuerzas productivas. Por
eso atrae las sedes centrales de las más importantes empresas, como la
Telefónica o la Eléctrica, o de otras de la comercialización, como
CIMEX S.A., ITH, etc.
LA GÉNESIS DE UN NOMBRE
El nombre inicialmente escogido para la urbe fue el de Fernandina (por
el rey español Fernando VII) de Jagua (nombre aborigen). Más tarde, en
1881, se nos entrega el título de ciudad, en honor a Don José
Cienfuegos, Capitán General de la Isla en los momentos de nuestra
fundación, y quien tantos buenos oficios brindara para facilitar su
existencia.
FUNDACIÓN
Alrededor de 1512, año en que vinieron a residir a orillas del río
Arimao Fray Bartolomé de las Casas y su amigo y socio de encomiendas,
Pedro Rentería, la población de la zona era exigua, y así lo siguió
siendo hasta que Don Luis Juan Lorenzo D' Clouet y Piettre, natural de
Nueva Orleans, Coronel de los Reales Ejércitos, Caballero de las Reales
Órdenes de San Hermenegildo y de Isabel la Católica, y agregado del
Estado Mayor de La Habana, solicita el 1ro. de enero de 1819, permiso
para fundar una villa junto a nuestra bahía, al Capitán General de la
Isla, Don José Cienfuegos, y al intendente de Hacienda, Don Alejandro
Ramírez.
El día 8 de marzo se verifican los contratos y permisos, y el 22 de
abril de dicho año se funda la misma con 40 familias de colonos
franceses procedentes de Burdeos, de la colonia que ese país tenía en
Guarico, Santo Domingo, y escasos naturales de otras localidades, a los
que no tardan en sumarse los españoles ya presentes en la zona,
llegando tan sólo un año más tarde a los 280 habitantes, y
sobrepasando los 10 mil una década después, cuando el rey nos entrega
el título de villa, con derecho a usar escudo de armas.
Se le trazó de acuerdo a las llamadas Leyes de Indias: una ciudad de
cuadrícula reticulada, como un tablero de ajedrez. El conjunto urbano
se fue constituyendo con líneas de fachadas corridas, de altura casi
constante y abundantemente ornamentada con amañados cánones neoclásicos,
reservándose los portales para las principales plazas y avenidas, donde
las edificaciones resultaron especialmente suntuosas, con profusión de
miradores y cúpulas de romántico aspecto.
Habiendo ya un núcleo de importancia, se subordinaron a él las
comarcas de Camarones, Ciego Montero, Yaguaramas, San Antón, Limones y
parte de San Felipe de Cumanayagua.
Marcada para triunfar (su primer emporio industrial había sido un
ingenio cuya instalación data de 1751), los quince años subsiguientes
a la fundación estuvieron caracterizados por un espectacular proceso de
origen y acumulación de capital, paralelo al más violento boom
azucarero que recuerda el país, sin que pueda decirse que los otros
productos agrícolas que ya contaban con alguna tradición, junto al café
y el tabaco, dejaran de jugar un importante papel, así como el
incipiente desarrollo comercial acorde con las circunstancias.
Considerada progresivamente más importante, en 1825 se instala aquí la
Comandancia de la Marina y se habilita totalmente el puerto, quedando
como su primer capitán el ciudadano local Don Felix Bouyón. El primer
hospital (militar) con cabida para 104 enfermos se había abierto en el
'24, aunque en el mismo convoy fundador había llegado nuestro primer médico,
el licenciado Domingo Mongenié de Norié; del '32 nos data el alumbrado
público (a trece años de la fundación), contemporáneo con el
edificio de la iglesia parroquial, que sería remodelada a partir de
1846, para convertirse finalmente en la tercera catedral de Cuba, cuando
sólo Santiago y La Habana contaban con semejante distinción.
En el '34, ante la continuada afluencia de inmigrantes franceses, se
constituye aquí el viceconsulado de esa nación en Cuba, siendo ésta
hasta hoy la tercera ciudad que más representaciones diplomáticas ha
ostentado en el país. En 1839 se construye su primer cementerio; en el
'43 el primero de los varios, concurridos y renombrados teatros que en
poco tiempo habrían.
En 1848 se comienza a instalar el ferrocarril, inaugurando tres años más
tarde el primer tramo hasta Palmira, la municipalidad contigua. En 1869
se instala el primer banco internacional, y en 1874 se inaugura el
acueducto.
Por citar un ejemplo del ritmo de progreso, diremos que a los 25 años
de fundada instauró su primera imprenta, y al día siguiente, su primer
periódico, "El puerto de Cienfuegos", y cien años más tarde
ya habían dejado fe de su existencia 253 publicaciones seriadas con
cede en la ciudad, sin contar las de los pueblos adyacentes.
A PRINCIPIOS DE SIGLO
A principios de siglo las mayores poblaciones de Cuba eran: La Habana,
con 546 mil 782 personas; Holguín, 138 mil 929; Santiago, 105 mil 753;
Camagüey, 62 mil250; Cienfuegos, 50 mil 250 (75 por ciento más que la
cabecera provincial), y Matanzas, 44 mil 278. Pero los desmanes de los
gobiernos de turno, y la comprensible exclusión durante el trazado de
la Carretera Central, sumado a las sucesivas recesiones económicas que
sufriera el país, relegaron nuestras posibilidades y tardamos mucho
tiempo en reponernos.
CIENFUEGUERIDAD Y GEOGRAFÍA, LAS CLAVES DEL ÉXITO
Poco después de establecida nuestra villa, ya era punto de entrada de
cuanto abastecía a la región de Villa Clara, casi todo el territorio
central; y a lo largo de todas las épocas se ha considerado la
existencia de su puerto como la base de todo el desarrollo alcanzado en
los tiempos sucesivos (hasta la construcción de la Carretera Central)
en la región.
No se puede negar que si bien el donaire de nuestra gente,
conscientemente marcado por su ascendencia tanto en su preocupación por
el progreso, su insistencia emprendedora, su espíritu empresarial, su
mente abierta y progresista, su autoexigencia, su gusto casi atildado
por la excelencia, y también, por que no, por los placeres moderados de
la vida, como la buena mesa o el buen vestir; si bien ese orgulloso don
de gente ha determinado nuestro continuo resurgir ante los avatares que
ha sufrido una y otra vez nuestro progreso -como la momentánea
paralización de nuestras mayores industrias ante la disolución del
bloque CAME, digamos-, un factor muy decisivo lo ha sido para nosotros
el respaldo de nuestro inmejorable puerto, cimentado hace ya casi dos
siglos con pilares de ácana durísima por los padres de nuestra patria
chica, y hoy fundidos en recio hormigón por la obra de la Revolución,
y que siempre ha predispuesto favorablemente los designios de la
"barriga" de este caimán que es Cuba.
Desde entonces, habiendo estado nuestra vida ciudadana profundamente
vinculada a los barcos y al mar, casi pudiera decirse de nuestra
prosperidad, que la debemos al negocio de la nostalgia, y esos adioses y
bienvenidas han calado en la psicología de nuestra gente, capacitándola
sobremanera para el fácil querer, y dotándola de una infalible memoria
para los amigos.
Si un día te decides, o si tus velas sienten el cansancio, ven a
descansar tu quilla en nuestras arenas, como los españoles y franceses
que hace casi medio milenio plantaron su bandera, y todavía no se
fueron.
CURIOSIDADES LOCALES
Si tenemos en cuenta la diametral importancia del proceder religioso de
la época, es notorio entonces que fuera en nuestra zona donde se
celebrara la eucaristía por primera vez en Cuba, durante el segundo
viaje de Colón, anclado en la desembocadura del río Arimao, una de las
primeras celebraciones que se llevaran a cabo en América, y donde se
erigiera la primera construcción religiosa por Alonso de Ojeda en
Macacas o Manacas (actualmente santuario nacional de San José), y quien
naufragara cerca de nuestras costas alrededor de 1510.
Fue en nuestra bahía, en Cayo Ocampo, único de cuantos hay en el bolsón
de la bahía que se encontraba habitado a la llegada de los españoles,
donde Diego Velázquez firmara en 1510 la orden de fundación de
Trinidad, Sancti Spíritus y demás primeras villas; y el mismo partió
de aquí para fundar Santiago de Cuba, por lo que casi puede decirse que
allí radicó por esos días la primera capital del futuro país, lo que
se repitió durante la toma de La Habana por los ingleses, cuando la
fortaleza de Nuestra Señora de los Angeles de Jagua sirvió de punto de
concentración y de Estado Mayor de campaña a las autoridades españolas
en estampida, que en ella fraguaron planes de resistencia y reconquista,
volviendo a estas tierras, por segunda vez, al menos simbólicamente, la
dignidad metropolitana. |